Desde la década de 1930, los astrónomos se preguntan si en los confines del sistema solar se oculta un planeta gigante aún sin descubrir, el supuesto Noveno Planeta. Aunque en los años 90 se explicaron algunas anomalías orbitales recalculando la masa de Neptuno, en 2016 Konstantin Batygin y Mike Brown, del Caltech, revivieron la hipótesis, proponiendo que su gravedad podría estar afectando las órbitas de objetos en el Cinturón de Kuiper, la vasta región más allá de Neptuno poblada por planetas enanos y asteroides.
Batygin y Brown señalaron que muchas órbitas en el Cinturón de Kuiper no son coherentes y parecen agruparse como si fueran influenciadas por una fuente gravitatoria masiva desconocida, similar a cómo la Luna orbita la Tierra. En 2024, Brown afirmó que la probabilidad de que el Noveno Planeta no exista es muy baja, ya que los efectos observados no pueden explicarse por otras causas. Por ejemplo, el candidato a planeta enano 2017 OF201, descubierto en 2017, tiene una órbita altamente elíptica que se atribuye posiblemente a la influencia del Noveno Planeta.
Sin embargo, la teoría enfrenta críticas. Algunos astrónomos argumentan que los datos orbitales del Cinturón de Kuiper aún son insuficientes para respaldarla y proponen explicaciones alternativas, como anillos de escombros o incluso un pequeño agujero negro primordial. Además, la observación del sistema solar exterior es limitada; por ejemplo, el período orbital de 2017 OF201 es de 24.000 años, por lo que detectar efectos gravitatorios requiere observaciones prolongadas.
El reciente descubrimiento del objeto 2023 KQ14, conocido como «objeto Sednoide», también desafía la teoría. Su órbita estable no muestra influencia significativa del supuesto Noveno Planeta, lo que sugiere que, si existe, estaría a más de 500 unidades astronómicas del Sol. Aun así, los astrónomos no abandonan la búsqueda y continúan observando con telescopios terrestres y espaciales, esperando resolver algún día el enigma del Cinturón de Kuiper.











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